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domingo, 19 de octubre de 2014

Relatos Inesperados, I. "Decidido"

el_rapsoda_mut
Aquella mañana de diciembre no era diferente de otras mañanas invernales. Los vidrios de las ventanas estaban empañados. Fuera debía hacer mucho frío.
Apoyada la frente sobre el cristal, sentía el helado contacto. Eso la ayudaba a pensar.
Con los brazos cruzados sobre el pecho miraba hacia la calle. La gente que andaba arriba y abajo parecía tener muy claro adónde se dirigía y, de pronto, se le antojó, su enemiga. Nadie la comprendía; nadie captaba su verdadera esencia. No tenían ni la más mínima idea de lo que ella padecía con aquello.
Un tímido rayo de sol, colándose por entre las nubes plomizas, la hizo sonreír y le devolvió, por un segundo, la esperanza. Sin embargo, estaba decidida. Le había dado muchas vueltas y no dejaba de acariciar aquella idea, sobre todo cuando estaba sola. Ya no quería escuchar más consejos. Estaba claro que todo era inútil, Necesitaba una solución.
Miró en derredor: los muebles, los libros, tantos recuerdos... Hoy igual que siempre. Y si nada había cambiado, ¿por qué sentía que era precisamente hoy el día en que debía dar el paso definitivo? Nerviosismo y miedo la obligaron a pasearse, inquieta.
Decidido. Hay veces en la vida en las que todo se debe apostar a una carta. Una vez tomada la resolución debía seguir adelante. Hoy la haría realidad.
Se vistió, abrió la puerta y bajó las escaleras. Caminaba deprisa. Mantenía la vista baja, fija en la punta de sus oscuros zapatos. Porque ¿y si los demás podían leer su mente y descubrían lo que estaba a punto de hacer? Nada ni nadie debía estropear su momento. Ya no podía retroceder.
Se detuvo ante la puerta con una mezcla de indecisión y miedo. Empujó. Ya estaba dentro.
Si la injusta naturaleza le había negado lo que ella tanto deseaba, lo conseguiría de otro modo. Al fin y al cabo no sería ni la primera ni la última en hacerlo. ¿Cuánta gente, antes que ella, ya había tomado la decisión de operarse?
Una mujer con bata blanca levantó la vista y la interrogó:
-¿Tiene hora concertada?
–No, hoy me he decidido.
–Muy bien. Y, exactamente, ¿en qué tipo de tratamiento está interesada?
-Verá, estoy interesada en los “Aumentos de todo tipo” de los que hablan en su publicidad: Desearía un aumento de cerebro.
-Pepepepepepero, señora, ¿qué clase de broma es esta? ¿es para uno de esos programas de televisión?
- ¿Broma? ¡No, claro que no es para un programa! A diario recibo su propaganda en mi buzón, ¡Mire! Aquí le traigo el folleto. Además, se anuncian en vallas publicitarias, en el autobús, en televisión, en radio, en internet…  Aseguran que pueden mejorar a cualquiera. Lo dice bien claro: “Implantes y aumentos de todo tipo”.
-¡Oiga! Nos referimos a tratamientos corporales. ¿Quiere un implante de senos? ¿Aumento de labios? ¿Liposucción? ¿Lifting? ¿Mesoterapia? ¿Cavitación? ¿Presoterapia? ¿Electroestimulación?...
-¡Yo no quiero nada de todo eso! ¡Yo quiero un implante de cerebro! ¡Quiero aumentar el volumen de mi masa encefálica! Ahora soy capaz de leer dos libros al mes, de cuatro a seis si son cortos, y quiero leer más. ¡Necesito leer más! ¡Hay tantas cosas que aún no sé!
-Señora, le tengo que rogar que se marche de aquí ahora mismo...
-Pero, pero...
-¡Fuera! –
La tomó bruscamente del brazo y la condujo hasta la puerta.
Recomponiendo su bata blanca, la recepcionista volvió a situarse tras el mostrador murmurando para sí...
¡Cuando lo cuente no me van a creer! ¡Esta tía está loca! ¡¿Pero a quién se le ocurre?! ... ¿¿Aumento de cerebro??... ¡¿¿Pero para qué demonios querrá un cerebro más grande??!  ¡¡Para leer más, dice!! ¡¡Vaya tontería!!


***

Nos vemos en:

domingo, 14 de septiembre de 2014

Cinco y media

Edur8
Un bar no muy distinto de otros bares: puertas de madera con cristales no demasiado limpios y dorados tiradores sin lustre; una luz amarillenta y mortecina desmayándose sobre la acera de la oscura calle.

Las cinco y cuarto de una tarde más de un mes cualquiera. Cinco personas en su interior. Cinco anónimos habitantes de una ciudad anónima.

El camarero, tras la barra, apoya el codo sobre el mármol. Observa displicente a los clientes mientras hace cuentas mentales de los ingresos del día y piensa en su hipoteca. Su negocio le proporciona lo justo para ir tirando después de haberse deslomado durante treinta y cuatro años en este maldito antro. ¡Se dice pronto! Toda la vida. Desde las ocho de la mañana hasta las ocho de la noche, de lunes a sábado. Soportando a gente pesada que se empeña en contar sus penas y sus miserias y que después se larga sin dejar ni una puñetera propina. Está enfadado con el mundo. La vida le debe algo y nunca le paga. -“¡A la mierda!, ¡hoy me largo a las cinco y media! ¡Que les den a todos!”-  Se dice como tantas veces, pero sin decidirse nunca a hacerlo.

Desde la barra controla las ocho mesas del bar y, como otras veces, mira a los clientes y les fabrica una vida feliz para poder odiarlos a sus anchas.

Y sin embargo…

Teresa, junto a la puerta de entrada, lee un libro y toma un café solo, sin azúcar. Hace rato que espera y sus ojos, que no han podido pasar de la página setenta y tres de la novela que sostiene entre las manos, se mueven inquietos, pasando de las desenfocadas líneas a la puerta de entrada. Cruza y descruza las piernas. Está muy nerviosa. Hoy verá a Sergio. Después de intercambiar intimidades virtualmente podrá, de una vez, conferir cuerpo a sus virtuales sentimientos. Teresa lleva muy en secreto esta relación por miedo a ser tildada de ingenua. Si la cosa cuaja, ya se inventará un encuentro en un museo, en un parque, en un teatro o en la Asociación de Divorciados. Ahora solo desea que lleguen las cinco y media.

Carlos, en el centro, hace rato que tiene la vista fija en su cerveza. Las sudorosas palmas de las manos pegadas a la mesa y entre ellas la jarra que lo hipnotiza. Sus anonadados ojos se hunden en la espuma de la rubia. No se mueve. Apenas parpadea. A las cuatro y media, después de dejar la consulta, ha entrado en el bar y aún no ha tenido fuerzas suficientes para llevarse la copa a los labios. Cáncer. Eso es. La misma machacona palabra que no deja de sonar en su cabeza: cáncer, cáncer, cáncer… como un monótono e interminable mantra, cáncercáncercáncercáncer… ¿Cómo se lo dirá a Ana? ¿Qué pasará con sus proyectos? ¿Qué pasará cuando él ya no esté? – “Tengo miedo. ¡Joder!, soy demasiado joven para morir”- Y sigue hundiéndose más y más en su cerveza y en su desesperación. – “A las cinco y media iré a recoger a Ana”.

Cristina bebe un gin-tonic y resuelve un crucigrama en la mesa del fondo de la fila de la izquierda. –Tres letras, patriarca bíblico que construyó el arca…¡Noé!-. Necesita ocupar la mente para no tener que pensar en lo que le dirá a Luis. Ha confeccionado cientos de guiones mentales y todos le parecen horrendos, tópicos y típicos así que, cuando llegue el momento, simplemente le dirá: “Luis, tenemos que hablar” y el resto ya saldrá solo. En realidad, ella no ha tenido la culpa de que las cosas se hayan liado de esta manera con Pedro. Trabajar juntos y avenirse hace que una cosa lleve a la otra. Es normal. –Decimoséptima letra del alfabeto español… ¡ñ!- Al fin y al cabo, con Luis las cosas ya no funcionaban desde hacía tiempo, eso es innegable.  – Nombre de mujer, cinco letras, empieza con “e” … ¿Elisa? ¿Elisenda? ¿Elia?… ¡Ni idea!.; -Yunque de platero…-País costero africano… – “Esta noche sin falta. De hoy no pasa. Hoy hablo con él. Acabo el crucigrama y me largo. ¡Uf!, es pronto, esperaré a las cinco y media” – Canción típica canaria… Extremo de la entena…

Pilar toma a pequeños sorbos su té con limón en la mesa cercana a la barra. A las cinco y media en punto saldrá hacia la estación para coger el tren de las seis. Quince años de ausencia. Demasiado tiempo. Una mañana se marchó diciendo que necesitaba encontrarse a sí misma. Su madre nunca se lo perdonó. Ahora regresa a casa sin haber encontrado nada y con las manos vacías. Pilar sabe que la primera pelea es solo cuestión de tiempo. En todos los años pasados ni ellas ni las cosas han cambiado. La llamada de hoy ha sido volver atrás en el tiempo: –“Pilar, si es que tú no sabes ni lo que quieres…” – “Mamá, por favor, no empieces…”

Un bar. Gente. Las cinco y media…

Buenas noches, les habla Carmen Olmos. Hace escasamente media hora que una fuerte explosión, a pocos metros de donde nos encontramos, ha conmocionado a los habitantes de esta tranquila zona de la ciudad. Según algunos testigos, eran las cinco y media en punto cuando se ha oído un tremendo estruendo y, seguidamente, el edificio de cinco plantas situado en el número cinco de la calle Media se ha desplomado.

Por el momento, se ignoran las causas del siniestro, aunque las autoridades ya barajan varias hipótesis. Aún no tenemos datos definitivos, pero dada la hora, suponemos que el número de víctimas puede ser elevado. Los mantendremos puntualmente informados a medida que vayamos teniendo más datos.

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Nos vemos en: