miércoles, 28 de enero de 2015

Palacio de amapolas



///

Dibujó con su sonrisa
un palacio de amapolas
sembró semillas a semillas
cultivándolas ella sola

///

Amaneció un buen día
colgando de su puerta
una caja amarilla
con listones azul Francia
 y violetas,

///


la abrió sorprendida
cuidando  no romperla,
era una luz encendida
que gira sobre su eje
cegando con su brillo
toda mirada perdida,

///


¡Era un rayo de sol,
trayendo consigo,
alegría, paz y amor!

///


Lo colocó muy despacio
sobre su castillo de amapolas
las cuales florecieron
llenas de vidas
Irradiando variedad
de colores,

///


¡Has sido bendecida!
le habló una voz
dentro de su mente
por ser agradecida
a tus raíces, a la vida
y trabajar tenazmente

///


No calles

Hundió el puñal muy hondo
en su pecho
¡Y sintió!
Que todo había muerto,
al levantar la  mirada
se encontró con el desierto,
¡Calla muchacha, no digas esas palabras!
¡Bórralas de tu mente de nada sirve recordarlas!
 Sentía con impotencia
su dignidad ultrajada
enterrada en los confines
del silencio
¡Postrada la garganta
quebró sobre su lecho
negándose a emitir
toda palabra de sufrimiento!
¡Aprende a sonreír
aunque por dentro
estés muriendo!
Agonizantes pupilas
escondieron sus miradas
ya no había fantasías
príncipes en carrozas
ni cuentos de hadas.
¡Paga por ser quien eres
aunque no lo merecieras!
Mañana habrás olvidado
será cosa del pasado,
¡Y cuando un pensamiento
te lleve nuevamente,
dile que es mentira

que todo  fue un  invento!

Solo paz

Se fue el dolor
llegó la calma,
junto con ella
la esperanza
la ternura y
la bonanza
de saber
que hay paz
en mi alma,
que la angustia
ha partido
llevándose el
gris de la mañana,
afuera salió el sol
ya no lleve en mi
ventana,
la mesa está servida
los hijos y nieta
esperan,
con sus corazones
abiertos,
depositando sobre
mi pecho sus ilusiones
tempranas,


Nuestro tiempo


Quise atrapar el tiempo
y apreté mis labios contra
los fresnos de tu pecho,
palpé las llanuras y camine,
a lo largo de su densa espesura,
montada en embriagues
cabalgue sus colinas,
divisando la inmensidad desde lo alto,
lejano e interminable laberinto
sabor naranjo,
ayer de tu profana boca,
donde tu aliento
se hospeda bebiendo,
y alimentándose de mi pecho.
Leche blanca de arenas y carnes,
tensas sobre la playa
nuestras piernas,
Surcando marejadas,
Mientras, sus agujas abrían y cerraban
Su voz se oía en ecos repitentes
tic tac, otro más y más…
Y así mordía mientras sus orgasmos
se descontrolaban estrepitosamente,
saciaba sus ansias y repetía,
repetía como nunca antes,
tic tac, tic tac


martes, 27 de enero de 2015

El monstruo que habita en…


Cerró sus ojos y,
consumió de la primavera
 sus pétalos florecientes,
uno a uno deshojó con sus fauces
el néctar que habitaba en ellos  
saboreando sus dulces,
enriqueciéndose con su savia
pernocto dentro del capullo
más tierno y frágil
haciéndolo suyo,
su nido, su hogar,
bebió, bebió de él
hasta saciar su orgullo
y se durmió a sus pies
satisfecho al no verlo florecer,
quito sus máscaras
tendió sus espinas
e inundo el lugar
con su hiel. 

domingo, 25 de enero de 2015

El niño que no podía reír



 (Mi nuevo cuento para niños)

Esta es la historia de Jaime Mínguez el niño que no podía reír.

Jaime siempre estaba muy triste porque pensaba que jamás podría reírse. Cuando veía a todos sus amigos o familiares pasándoselo bomba a causa de la gracia de algún chiste él se quedaba pensativo en un rincón y diciéndose para sí mismo << ¿por qué yo no puedo reírme? Todos los hacen pero yo no puedo. ¿Podré reírme algún día?>>

Cuando tenía unos diez años y cansado de que nadie pudiera darle una solución para su problema se decidió a preguntarle a su familia –yo no me acuerdo: ¿me reí alguna vez? Le preguntó a su madre un día muy disgustado.

-No hijo. Al menos tu padre y yo nunca te hemos visto.
Así que Jaime se fue tan triste y desconsolado como había venido.

Sus profesores lo vieron tan triste que les dijeron a sus padres que conocían a un cómico tan cómico, tan cómico que podía hacer reír a la persona más sosa y apagada del planeta.

La familia de Jaime muy preocupada por la extraña apatía del niño le pidieron consejo al cómico, y éste les dijo: <<quédense tranquilos; porque yo le arranco una sonrisa hasta al más aburrido. Y créanme que ya lo he hecho>>. 

Pero nada, a Jaime no le hizo efecto y el pobre cómico se quedó muy avergonzado y defraudado por no haberlo podido ayudar; además de que a partir de entonces ya nadie lo contrataría para cenas, galas y otro tipo de celebraciones.

Mientras tanto el pobre Jaime seguía igual. De vez en cuando le salía una tímida sonrisa que se alejaba tan fugazmente como había aparecido. Y claro está, él se sentía como el bicho raro. 

-Pobrecito Jaime-se compadecían sus amigos-¿por qué le pasará eso? ¡Tenemos que buscarle una solución!

-¿Pero qué solución?-intervino un día Rodrigo, un compañero suyo, harto de escuchar tonterías sin fundamento-No hay ninguna. Desde bien pequeño ¡visitó a muchísimos médicos! ¡A más de los que nosotros podamos recordar! Y no pudieron ayudarlo. ¿Qué podríamos hacer nosotros?

-Pues...no se sabe. Contestaban otros.

El tiempo iba pasando y el pobre Jaime veía que era el único niño que no se podía reír y disfrutar cuando alguien de su alrededor hacía una broma; y pensando y pensando llegó a la conclusión de que su mal ¡tal vez no tuviese cura!

-¡Seré la única persona del mundo que no pueda reírse! ¡Pobre de mí!-se lamentaba día tras día-¡Y solo tengo once años!

Un día que fue de excursión y pusieron un vídeo en el que un humorista español contaba unos chistes graciosísimos a Jaime le sucedió lo de siempre: él no les encontraba la gracia a la mayoría. Y no porque no los entendiera, porque él era muy inteligente y cazaba muy largo, sino porque él no podía disfrutarlos. Y para los que le hacían gracia no podía soltar más que una carcajada y una carcajada tímida, muy tímida.

-¡Me muero de risa! Decía su profesor.

-Menuda suerte-murmuraba Jaime-ya podía yo morirme también. Significaría que podía reír.

A Jaime le daba mucha rabia el no poder disfrutar de las cosas igual que lo hacían sus amigos; pero él, sin embargo, siempre estaba callado y triste. Incluso en su cumpleaños, que todos sabemos que es el día más feliz de cada uno.

Harto de no poder solucionarle el problema, su padre (que se llamaba Jaime también) decidió que él mismo buscaría la cura para la extraña enfermedad que tenía su hijo. Así que le pidió a un amigo suyo, que era un gran científico, el enorme favor de que colaborara con él en su nuevo experimento.

-No tengo problema alguno en ayudarte-le dijo el científico-pero no sé a ciencia cierta lo que sucederá.

Tardaron cinco meses y seis noches en tener terminado el milagroso medicamento que ayudaría a su hijo a tener humor.
El padre y su amigo le dieron el fármaco a Jaime y prepararon todo tipo de chistes y vídeos cómicos para observar el efecto final.

-Me parece que no hace efecto, Javier.

-Hemos de esperar dos días Jaime. Y ya te lo he advertido: no se sabe fijo si le hará efecto. Pero sobre todo no perdáis la esperanza de que pueda llegar a reírse algún día.

Después de tomarse “La Pócima del  Humor” (que así la habían llamado) a Jaime no le sucedió nada fuera de lo normal. Al rato de estar oyendo los chistes se quedó durmiendo.

-No ha hecho efecto... Lo que yo me suponía.

-Tranquilo, Javier. Nos has ayudado en lo que has podido. El que debe sentirse mal soy yo; que soy el único padre de este mundo que no es capaz de ayudar a su hijo.

Pero un día la pandilla de Jaime apareció por casa del amigo de su padre diciéndole: -queremos ayudar a Jaime para que nunca más esté triste.

-¿Creéis que podríais ayudarme en algo?

-Pues claro-comentó su amiga Clara-nosotros lo conocemos mejor que nadie. Y fijo que podemos hacer que se ría.

-Para eso tendría que tener otro cerebro y eso...

-¡Pues claro, Julio! ¡Qué idea tan buena! Se le cambia el cerebro y está: ¡asunto arreglado!

-No seas tonto, Marcos. No se pueden cambiar los cerebros.

-¿Y si le damos un susto?

-Eso es para quitar el hipo.

-¡Pero un susto gracioso, que le haga reír!

-¡Sí! ¡Y que no pueda parar!

Ese día le afirmaron al científico que ayudarían a Jaime fuera como fuera y cuando fuera. Luego se despidieron de él.


Finalmente un día, sin quererlo sus amigos, se fueron todos con su profesor a una charca cercana a recoger unos peces y unos renacuajos para el colegio.

-¡Jolina! Los renacuajos están muy lejos. Les decía Clara.

-¡Pues yo no me meto! ¡Que me mojo fijo!

-Tranquilo, Rodrigo, ¿por qué no avisamos al profe? Él sabrá como cogerlos, para eso es profe.

-¡Vamos, Clara! ¡Vamos tú y yo a preguntarle!

Mientras Clara y Jaime fueron a preguntarle al profesor el resto de sus amigos intentaron recoger los renacuajos; pero...

-Acabaremos todos mojados. Esperad que venga el profe...

-Pues Rodrigo ya se ha metido. Comentaban otros.

-¡Anda, Rodrigo, y eso que ibas a mojarte!

-Pues ya no importa, ¡qué me lo estoy pasando bien!

-¡No os metáis!

Al final terminaron todos dentro del estanque completamente empapados. Clara al verlos gritó: <<¡profe mira lo que ha pasado!>> 

Jaime y el profesor se acercaron a la charca y vieron a los demás que salían con un aspecto graciosísimo: todos completamente mojados y con renacuajos pegados a la ropa y agarrados al cabello.

-Mi chándal <<está para el arrastre>>. 

-Pues el mío no está mucho mejor, Marcos...

-Ya les dije yo que no se metieran. Explicó el más pequeño.

Por una vez en su vida a Jaime algo le hizo tanta gracia que comenzó a reír de tal forma que hasta cayó al suelo. 

-¿Pero qué le pasa? Preguntó su amiga.

-Pues que se está muriendo de la risa a nuestra costa. Le contestó Rodrigo muy enfadado.

-Jajajajaja-decía Jaime-¡no me lo había pasado también en toda mi vida! ¡Os lo agradezco! Jajajajaja.

-Al menos hemos conseguido que se riera a carcajadas.

-Y eso es bueno para la circulación sanguínea. Añadió su profesor que se encontraba interesado en el caso de su alumno.

A partir de entonces Jaime fue el niño más feliz del mundo  porque ya se podía reír y disfrutar como cualquier crío.

Y vosotros: ya sabéis lo que tenéis que hacer si queréis reíros igual que él...

                                            FIN